Opté por este camino

 

Apoyaba el aborto sólo en casos de violación o situaciones extremas porque pensaba que si te embarazabas porque fallaba u olvidabas tomar el anticonceptivo debías responsabilizarte de tus acciones. Hasta que me embaracé.

Yo estaba en una relación formal, de hecho, teníamos ya fecha para la boda, pero estaba en el segundo semestre de mi maestría en el extranjero y lo menos que planeaba era convertirme en mamá. Todavía recuerdo cuando me hice la prueba de embarazo, la hice porque me sentía rara, no porque sospechara de un embarazo. Cuando salió positiva, mi primer pensamiento fue un NO rotundo. No quiero tener un bebé. ¿Qué voy a hacer con un bebé?

Después de eso me realicé otras 4 pruebas de distintas marcas, pensando que era un defecto de fábrica “y por eso salía positivo el resultado”. Era un rechazo total a la idea de estar embarazada. Cuando hablé con mi novio, no le di opción; viviendo en EUA, el acceso al aborto es fácil y legal, una cita médica como cualquier otra. Lo único que recuerdo haberle dicho fue que yo lo arreglaría, que esto no desharía nuestros planes, por lo menos los míos. Cuando llamé a hacer la cita me dieron a escoger entre pastillas para hacerlo en mi casa, pero dijeron que podía tomar algunos días o hacerlo en la clínica y tardarme tan sólo unos cuantos minutos. No dudé, quería dejar de estar embarazada lo más pronto posible, así que opté por el procedimiento quirúrgico. Me agendaron para la siguiente semana. Mi “semana de embarazo” fue una de las más largas de mi vida; los típicos síntomas de mareos, vómitos y sueño me acompañaron durante esos siete días. Leí lo más que pude, confié en una amiga quien también me contó que ella se había realizado un aborto años atrás, pero nunca hablamos del procedimiento.  

Debo reconocer que tenía miedo, la noche anterior hablé con mi novio y le di el teléfono de mi hermana “en caso de que pasara algo”. Viniendo de una escuela de monjas y de una familia en donde de esto no se hablaba, sabía que de las pocas personas que entenderían, sería mi hermana.

Al día siguiente que llegué a la clínica, me explicaron con más detalle el procedimiento, me hicieron una evaluación psicológica y me preguntaron varias veces si estaba segura. A todo contesté que sí, que estaba muy segura de que lo que iba a hacer. Que tener un hijo en esos momentos sería un gran error y no estaba en mis planes. Lo que siguió es lo que más recuerdo de mi experiencia y para mí, lo que fue más fuerte de todo el proceso: ver el ultrasonido con el latido del corazón. Me dijeron que tenía 6 semanas y me enseñaron el latido del corazón de algo que se podría llamar bebé. Y entonces empezó el procedimiento. Duró tan sólo unos minutos, no recuerdo que doliera, a lo mejor un piquete o dos, pero lo que sí recuerdo fue un grandísimo alivio y la sensación de que, por fin podría retomar mi vida. Y de pronto, de nuevo el ultrasonido para verificar que el aborto se hubiera realizado completo. El latido había desaparecido; la imagen aparecía vacía. Aún se me salen las lágrimas al escribir esto, pero catorce años más tarde, estoy convencida de que la decisión que tomé fue la mejor.

Debido a que tengo sangre RH negativa, debieron de ponerme una vacuna para “mis futuros embarazos” y me dejaron acostada durante 10 minutos más. Terminado este tiempo, podía irme a casa a descansar.

Me quedé en casa de mi amiga. Hablé con mi novio para contarle y avisarle que todo había salido bien, él estaba en una comida, totalmente despreocupado de la situación. Recuerdo que fue un tema de conflicto el sentir que ni siquiera en espíritu me hubiera apoyado. Creo que fue el principio del fin o, mejor dicho, una evidencia más de que nuestra relación habría fallado. Jamás volvimos a hablar de la situación.

Meses más tarde, me enteré que mi hermana estaba embarazada, sería el primer sobrino y tendría la misma edad que “mi bebé”.  Así es como sé cuánto tiempo ha pasado y veo a mi sobrina años más tarde y sé que lo que hice fue lo correcto.

Es una decisión que cambia la vida, por supuesto que lo es; sin embargo, cambia la vida en el sentido de que optas por un camino en lugar de otro, como cualquier otra decisión que te llevará por un destino u otro. Siempre existe esa inquietud por saber qué hubiera pasado contigo si hubieras tomado la otra ruta, esa vida alterna que a veces nos imaginamos.

Pocos meses más tarde, cancelé mi boda y terminé la relación con mi novio. Siempre que pienso en mi vida alterna, no sólo no me imagino siendo feliz como mamá, sino que tampoco me imagino estando con el padre del niño. Me imagino infeliz por haber tenido que regresarme de mi maestría, interrumpiendo mis planes profesionales, habiéndome casado con mi novio, pero divorciándome años más tarde sólo para encontrarme en el enredo de compartir la crianza de un hijo y como madre soltera; resintiendo a ese hijo las cosas que no hubiera logrado realizar por él, cualesquiera que éstas hubieran sido. Supongo que también habría algo de la felicidad que tanto dicen que los hijos traen.

Y regreso a mi realidad actual y veo todo lo que he logrado, lo que he vivido en estos años, las oportunidades que he tenido, lo que he viajado, lo que he trabajado y la libertad de la cual he gozado. A veces me duele pensar que muy probablemente, será la única vez que esté embarazada y la única oportunidad de tener un hijo propio; acabo de cumplir 40 años y no parece que vaya a tener un hijo pronto pero entonces, regreso a esa clínica, a ese ultrasonido, a ese momento de ver la prueba positiva y me siento tranquila por haber tomado la decisión que, en ese instante y años y años después, me sigue pareciendo la mejor. De lo único que me arrepiento es de no haber tenido alguien con quien haber platicado o rebotado mis ideas. De que a lo mejor alguien me hubiera cuestionado mi decisión y me hubiera planteado la alternativa de completar el embarazo y convertirme en madre a una edad en la cual, la mayoría de mis amigas estaban teniendo hijos, pero yo tenía otros planes. Supongo que lo que me hizo falta fue la discusión con mi pareja, pero a casi 3 mil kilómetros de distancia y con una relación muy inmadura (a pesar de los planes de boda) no parecía ser tema de discusión.

Pocas personas saben esta historia de mi vida, la guardo como cualquier otro recuerdo, como miles de otras decisiones que he tomado y que pudieran haber cambiado el rumbo de mi vida. También me dan nervios al pensar que mis amigos y/o familia me pudieran juzgar si les cuento, me da miedo pensar que algún día me pueda arrepentir.

Cuando hicieron legal la interrupción del embarazo en México, me llené de felicidad al recordar el alivio que sentí cuando aborté y me llena de nervios pensar que pudiéramos regresar a la etapa en donde sólo si vivías en el extranjero, como yo, o si se tenía dinero y/o acceso a un médico privado se pudiera hacer un aborto. Pienso en todas las mujeres que viven fuera de la CDMX y que ven limitadas sus opciones a, tener un hij@ o tener un aborto de manera clandestina y me alegra haber tenido esa experiencia en un lugar en donde no sólo era legal, sino además fue cubierto por mi seguro médico. Sé que estuve en una situación privilegiada, viviendo en una sociedad que no sólo no criminalizó mi aborto, sino que estuve acompañada por gente que me entendía y me apoyaba, que supieron que podía tomar la mejor decisión para mi vida, mi momento y mi cuerpo.

Hoy, veo a las mujeres cercanas a mí que, tienen o tuvieron hijos por decisión y cómo los disfrutan y pienso que es así como se debe de alcanzar la maternidad, por voluntad propia, no porque se te olvidó tomar el anticonceptivo. 

Autora: 
Andrea