Haré cualquier cosa para MARIA, no para a una criatura que ella no ha decidido parir

Haré cualquier cosa para que ella no para

“El aborto es una experiencia traumática”, 

“Una mujer que aborta queda marcada para toda su vida”, 

Frases como éstas son escuchadas comúnmente por nosotras, quienes acompañamos o trabajamos de una u otra manera para colaborar a que las mujeres accedamos al derecho a decidir sobre nuestros cuerpos, nuestras vidas, nuestros futuros. 

Y es que el estigma que se impone a las mujeres que abortamos es muy fuerte, es muy grande y se convierte en el arma principal del heteropatriarcado para regresarnos (o intentar regresarnos) al lugar del que les anti-derechos nunca han deseado que salgamos. 

Pero este estigma no es construido, como podría pensarse, sólo por un grupo de personas o un sistema de creencias o un esquema social; el estigma se construye diariamente, en el sermón de un cura en una iglesia, en el discurso de una diputada de derecha, en el tibio posicionamiento de una institución de gobierno o un líder político de renombre ante el tema, e incluso en un hashtag o un post en redes sociales.  

Desde hace años, he buscado posicionarme en diversos espacios de trabajo con una finalidad muy clara: transformar las realidades cotidianas en que las mujeres nos desenvolvemos para que ese estigma deje de existir o, mejor aún, para que nos deje de importar. Así, me he formado y autoformado como acompañante de mujeres en situación de aborto, he cuestionado y me he autocuestionado las construcciones sociales que vulneran mis derechos como mujer, me he involucrado en procesos políticos y sociales para -en poco o mucho- transformar mi propia realidad.

Cuando digo que trabajo directamente con instituciones de gobierno para que el estigma sobre el aborto deje de existir, muchas me han cuestionado (yo misma me lo cuestiono todos los días) que “duerma con el enemigo” para intentar conseguir un cambio que, seguramente, será mínimo y de muy poco impacto. 

En gran parte tienen razón. 

Los cambios conseguidos en los espacios de las instituciones tardan mucho (siempre demasiado) en volverse tangibles para las mujeres; sin embargo, cuando pienso en todas las mujeres que he acompañado al momento de abortar, cuando escucho sus planes, sus metas, sus sueños,… Cuando las oigo decir que “gracias a que en el DF se puede abortar libremente”, ellas se sienten más seguras de hacerlo (aunque, sabemos, lo hubieran hecho igual, aunque con menor tranquilidad); me doy cuenta de que un cambio en una ley, un cambio en un código penal, un cambio en una institución, un cambio en un gobierno sí influye en la experiencia de las mujeres, sí favorece a su salud y sí puede determinar su decisión. 

Y pienso entonces que no estoy tan equivocada. 

Y pienso entonces en MARÍA (y en cualquier otra y en todas las otras y en todas nosotras), en esa chica adolescente a la que la vida, la sociedad, la iglesia, su familia, su novio, sus amigas, su maestra, la vida entera, le han dicho que su destino en la vida es parir. 

A la que el sistema educativo le ha negado el derecho a una educación sexual integral, a la que el sistema de salud le niega el acceso a métodos anticonceptivos si no acude a una clínica acompañada de su madre, a la que el sistema de género no le permite negociar con su pareja el uso del condón, a la que el patriarcado le ha negado las herramientas para vivir su sexualidad desde el placer y la libertad; a la que, ante un embarazo no deseado, el Estado la está criminalizando por abortar y, por tanto, le está obligando a parir.

Es entonces cuando decido que no me importa “dormir con el enemigo”, ni me importa desvelarme frente a una computadora escribiendo una propuesta de reforma a una ley, ni me importa viajar cuatro de siete días a la semana para trabajar con personal de instituciones gubernamentales y modificar (aunque sea en algo) su discurso, su escrito, su ley. 

Es entonces cuando decido que haré todo lo posible, todo lo que esté en mis manos y en mis capacidades para transformar a ese sistema de género, a ese sistema educativo, a ese sistema de salud, a ese sistema de justicia criminalizante, estigmatizante, devastador.

Es entonces cuando decido que haré cualquier cosa para que MARIA (y cualquier otra, y todas las otras, y todas nosotras), no para a una criatura que ella no ha decidido parir.

Yo aborto, Yo acompaño, Yo transformo.

Te invito a hacerlo tú también.

Autora: 
Violeta Zarco (@LaVayolette)