Hablar sana, el silencio no ayuda

Fui con una ginecóloga porque tenía retraso en mi ciclo. Había tenido que tomar la pastilla del día siguiente hace poco más de un mes y quería despejar mis dudas con una "profesional". Ella me dijo que no me preocupara, me recetó unas pastillas anticonceptivas (las cuales no podía tomar, porque no me llegaba la menstruación), me hizo unos estudios y me mandó a mi casa. No la volví a ver porque no contestó mis llamadas y en la clínica me dijeron que ahí no trabajaba.

Acababa de entrar a un nuevo trabajo, entraba más temprano y casi siempre salía tarde, di por hecho que por eso estaba tan cansada todos los días, que habían olores raros y por eso cualquier cosa me daba náuseas, que trabajaba más y por eso me daba más hambre, en fin… le eché la culpa de todos mis síntomas al cambio de trabajo.

Pasaron las semanas y me sentía intranquila, así que compré una prueba de embarazo, estaba casi segura de que saldría negativa pero salió positiva.

Sabía lo que quería hacer, ni por un momento consideré continuar con el embarazo. Los primeros 3 días no le dije a nadie, busqué cuáles eran las clínicas más cercanas, cuál era el precio, qué era lo que tenía que hacer, etc. No dudé, ni siquiera pensé en otra opción. Finalmente contacté a una clínica y me dieron cita al día siguiente, después le llamé a mi novio y le conté. Mi novio me acompañó todo el tiempo. Me dijeron que tenía 11 semanas y fue otro shock, no podíamos esperar más tiempo, esa misma semana fue mi cita para la interrupción del embarazo. El doctor me trató muy bien, fue muy amable todo el tiempo y nos explicó todo; mi novio fue el que hizo muchas preguntas e insistió en la anestesia general, yo solo quería que ya pasara todo. El procedimiento tardó un poco más de lo esperado pero yo estaba dormida y no recuerdo nada. Sólo recuerdo haber despertado en una silla de ruedas, ver a mi novio y llorar. Ni sé por qué, pero yo también lloré, me sentía muy débil pero también aliviada. Fue una semana y media que supe que estaba embarazada y todo ese tiempo fue eterno, me sentía como con un freno, con un peso encima, me sentía tonta e irresponsable. Después del procedimiento esos sentimientos desaparecieron y me sentí en paz.

Finalmente hablé de lo sucedido con mi novio y para mi sorpresa, me dijo que él sí había considerado tenerlo. Y aunque siempre me apoyó, yo le expuse mis razones. Ni en ese momento, ni ahora, me siento capaz (ni con las ganas) de tener un hijo. A veces imagino mi vida alterna y no, ¡no podría! Ahora estoy ahorrando para hacer una maestría fuera del país y tengo muchos planes a futuro, esos planes serían completamente otros si hubiera continuado el embarazo, probablemente ni siquiera seguiría viviendo en la Ciudad de México y me hubiera regresado a mi ciudad natal con mi familia.

Aunque siempre estuve segura de mi decisión, me deprimí los siguientes meses después del aborto pero no por arrepentimiento. Quería gritarlo a todo mundo y al mismo tiempo no le quería decir a nadie, terminé por no contárselo a nadie. Empecé a llenarme de dudas, me sentía directamente atacada cuando veía algún comentario en contra del aborto, me sentía hipócrita por querer normalizarlo y al mismo tiempo ocultarlo.

Investigué todo sobre el ILE en México, sobre las leyes y todos los argumentos a favor que desmentían mitos de los movimientos antiaborto para sentirme mejor. Pero el problema era otro, yo no tenía dudas sobre mi decisión. Mi problema fue que no lo hablaba, que nunca supe con quién, ni cómo empezar la conversación. Me callé lo que pasó, lo que pensé y lo que sentí.

Hasta 8 meses después le conté a una de mis mejores amigas, ni siquiera le conté detalles, sólo le mencioné que había tenido un aborto y lloré. Fue un alivio contarle a alguien más, me abrazó y me contó que ella conocía a otras mujeres que habían abortado. Lo vio bien, lo vio normal. Me di cuenta de que eso es lo que hacía falta, que la gente lo vea normal.

Hoy estoy más tranquila y consciente de la importancia de hablar. Deberíamos poder tener la confianza de hablar con más personas, sin el miedo de ser juzgadas.

Paulina 26 años, CDMX

Autora: 
Paulina