Para el Aborto legal, libre y gratuito no tenemos una receta mágica, tenemos muchas

 

Existen diferentes formas a través de las cuales avanzar hacia el reconocimiento y garantía del aborto como parte de los derechos sexuales y reproductivos que tenemos todas las mujeres y personas con capacidad de gestar, las demandas del movimiento a favor del aborto han ido encontrando resonancia y generado cambios en diferentes espacios que son necesarios para que todas podamos acceder al aborto cuando se necesite, de forma digna, segura y libre.

 

Nuestro contexto latinoamericano sigue siendo un ejemplo de un movimiento incansable que no deja de empujar iniciativas a favor del aborto. Desde las calles en donde salimos a marchar y a visibilizar el aborto como algo común en la vida de las mujeres y personas con capacidad de gestar que necesita dejar de ser tabú, así como exigimos que en las instituciones de salud existan protocolos y lineamientos de atención al aborto para que se garantice nuestro derecho a la salud de una manera, no solo segura, sino digna, asequible y libre de estigma. 

 

Todas y cada una de nuestras demandas, en los diferentes sectores avanzan hacia un mismo objetivo, que todas podamos abortar de manera segura, digna y libre de estigma. 

 

Y esta lucha no está aislada, somos las mismas que exigimos una amplia gama de métodos anticonceptivos de forma gratuita en los servicios de salud, las mismas personas que exigimos que la Educación Integral en Sexualidad (EIS) forme parte de la currícula educativa y se implemente en las aulas.

 

En los movimientos sociales por la defensa de los derechos humanos siempre nos hemos cuestionado (aunque tal vez sea más bien un deseo colectivo) la existencia de recetas mágicas para lograr que los cambios ocurran rápido ¿Qué hacer? ¿Cómo lograrlo? ¿Cuál es la estrategia de oro? Aún así después de muchos intentos de copiar fórmulas, seguimos sin tener la respuesta mágica. Sin embargo, a pesar de no tener la estrategia ideal para que los cambios ocurran en un abrir y cerrar de ojos, recientemente hemos atestiguado cómo en diferentes partes de América Latina se han logrado avances y reconocimientos fundamentales por parte de los poderes legislativos y judiciales a favor del aborto. Avances que no se lograron de la noche a la mañana ni con recetas mágicas, sino que son una suma de esfuerzos de generaciones de feministas y defensoras que no dejaron de poner el dedo en el renglón, de gritar, exigir, dialogar, negociar, dar pasos hacia delante y hacia atrás, llorar de tristeza y también bailar de felicidad.

 

En México, por ejemplo, se dieron discusiones importantes por parte de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) referente a si es constitucional o no que el aborto voluntario se siga criminalizando a través del Código Penal, esto dio como resultado una sentencia en donde se declara inconstitucional la penalización del aborto voluntario. Si bien, esta discusión se dio dentro del marco específico que hacía alusión al Código Penal de Coahuila, al ser una sentencia de la SCJN, tiene un impacto directo en el quehacer judicial en todo el país, pues todas las consideraciones de las sentencias dictadas por el Pleno y por las Salas de la Suprema Corte con las mayorías calificadas que marca la Constitución (que fue lo que ocurrió en esta discusión y en las referentes a la objeción de consciencia y a la protección a la vida desde el momento de la concepción) son vinculantes para todos los jueces del país, esto quiere decir que ningún juez en el país podrá criminalizar a una persona por haber realizado un aborto voluntario. Esto implica también que los congresos locales del país tienen que hacer las reformas pertinentes en sus códigos penales para que el aborto voluntario deje de ser considerado un delito, pero mientras tanto, incluso si eso aún no ocurre pronto, los jueces no podrían proceder en contra de nadie por un aborto voluntario.

 

Esto tiene ya un alcance importante para todas las mujeres y personas con capacidad de gestar en México, ya que es un reconocimiento de la autonomía reproductiva como parte de nuestros derechos, reconocimiento que además sienta un precedente y abre camino hacia otras iniciativas que puedan buscar la despenalización y legalización del aborto en todo el país, promover reformas en donde actualmente ya es legal para que el acceso pueda ampliarse y garantizarse de una mejor manera.

 

Al día de hoy son 5 los estados que han logrado despenalizar el aborto hasta las 12 semanas de gestación, se han  logrado incorporar otras acciones relevantes como eliminar el plazo gestacional en casos de violación tal como ocurrió en Baja California, ahora contamos a nivel nacional con lineamientos generales por parte de la Secretaría de Salud que establecen cómo debe brindarse la atención de aborto seguro en todo el país, sea por decisión autónoma, por medio de causal o porque se trate de una emergencia obstétrica. Todos estos logros y avances son necesarios, no son los únicos que necesitamos, pero todos ellos nos permiten avanzar hacia un mismo objetivo que garantice y reconozca todos nuestros derechos. Además, es importante reconocer que a lo largo y ancho de México el aborto con medicamentos es accesible gracias al trabajo de muchas redes feministas que proveen información y acompañamiento, porque sabemos que los abortos que se necesitan hoy no pueden esperar al contexto perfecto del futuro.

 

Sabemos que estos esfuerzos y logros se están llevando a cabo en toda la región; Argentina que logró despenalizar y legalizar el aborto hasta las 14 semanas de gestación, Chile que ha mantenido la lucha por despenalizar igualmente el aborto hasta las 14 semanas, Ecuador empujando el reconocimiento del aborto por violación como un derecho de todas las que a raíz de un abuso sexual viven embarazos que no desean continuar. Ahora Colombia se suma también a la discusión en la Corte Constitucional para sacar al aborto del Código Penal, estas acciones son muy valiosas e importantes, contribuyen a que en la práctica más inmediata, las mujeres y personas que abortan dejen de ser perseguidas y criminalizadas por ejercer su derecho a la salud y la autonomía reproductiva, además, que las instituciones gubernamentales tomen una postura clara respecto al aborto y promuevan acciones que lo reconozcan como un derecho reproductivo, también abona a un cambio de narrativas en lo social, en lo cotidiano y que facilita el camino hacia otras modificaciones y reformas necesarias que permitan que el aborto se traduzca en servicios médicos de calidad, accesibles, asequibles y aceptables (es decir, que sean costeables o gratuitos para todas las personas, que haya unidades médicas cercanas a todas las comunidades con todos los insumos necesarios y que el servicio se ofrezca con calidez y pertinencia cultural) y en los que se reciba un trato digno y en un marco de respeto a nuestros derechos humanos.

 

No hay, hasta ahora, si hacemos un recuento de cómo se han alcanzado estos avances en la región, una única forma de exigir y conquistar nuestros derechos. Es necesario reconocer que estamos en una lucha constante que busca hacerle frente a los retrocesos impulsados por las agendas antiderechos que intentan frenar y negarnos nuestro derecho a una vida digna, libre de violencias y discriminación, tenemos que abrazar cada logro que se obtiene, las formas son muchas y son diversas pero provienen de un mismo frente que no busca más que dar pasos hacia adelante. No podemos esperar a que los cambios ocurran todos en perfecta sincronía, en donde el poder legislativo pase una reforma consitucional hasta que las instituciones de salud tengan listo el manual de procesos médicos o que se tengan ya prediseñadas las rutas de acceso. Esperar a que esa sincronización ocurra para apoyar reformas que nos lleven eventualmente a otros cambios necesarios, es seguir poniendo piedras en el camino que nos detienen y terminan impactando la vida de quienes siguen abortando con el temor de ser criminalizadas, perseguidas o señaladas.

 

La despenalización del aborto urge, porque también impacta en la manera en que se atienden las emergencias obstétricas, en la necesidad absurda que se crea en el personal de salud de ser policía de las mujeres y personas que abortan en vez de médicos que atienden y brindan un servicio de salud.

Autora: 
Stephanie Lomelí y Oriana López Uribe